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Por GABRIEL FERNÁNDEZ *
Al frente del movimiento En Marche! Emmanuel Macron derrotó a Marine Le Pen en la segunda vuelta de los comicios franceses. Macron, que a los 39 años será el presidente más joven de la V República, contó con el respaldo del poder económico financiero, de los grandes medios de comunicación locales e internacionales y se benefició del amplio rechazo que genera el partido de su rival, el Frente Nacional. El vencedor obtuvo un 65,05% de votos, frente a un 34,95% de Le Pen. El nivel de abstención también se aproximó al nivel récord con un 25%, el más elevado desde 1969.
Estos datos, conjugados, evidencian la ausencia de referentes cabalmente representativos del interés profundo del pueblo galo y de las deformaciones en la interpretación del proceso en marcha por parte de las vertientes que alzan banderas de justicia. En esa dirección es pertinente ratificar la observación planteada desde La Señal Medios en el primer tramo electoral: La victoria de Macron se construyó, también, gracias a la imposibilidad de lograr una coalición, en la vuelta inicial, de los candidatos socialistas Jean-Luc Mélenchon y Benoít Hamon.
La economía francesa está desestructurada. Desde la crisis del 2008 todo el andamiaje fue puesto al servicio del salvataje de las entidades financieras que la provocaron. Esto deterioró las perspectivas productivas, damnificó la creación de empleos y golpeó sobre el mercado interior. El entorno no suplió los problemas: la Unión Europea se ha convertido en un corsé imponente que fuerza esas políticas y controla cualquier “desviación” popular de sus miembros. La opción planteada por Le Pen contra ese esquema resultó difusa, pues cargó contra los migrantes y las minorías .
El discurso más lúcido durante la campaña previa fue el de Mélenchon, que recibió el respaldo del 19 por ciento de los votantes. Fue más allá de la ruptura con el sistema financiero europeo y llegó a proponer alinearse con las naciones latinoamericanas que, en línea con la construcción del Unasur, persisten en el desarrollo del ALBA. La propuesta de esta vertiente denominada Francia Insumisa escandalizó a los intereses corporativos y detonó una fuerte campaña en su contra: la intelligentsia europea comprendió que para imponer a Macron el mejor rival resultaba Marine Le Pen.
Hace pocos meses, la irrupción de Donald Trump en los Estados Unidos, la salida de Reino Unido de UE, así como la consolidación de los poderes emergentes de China y Rusia, operaron como una alarma para una articulación financiera y belicista que ha construido su refugio en el Viejo Continente. Los servidores del suprapoder cerraron filas en derredor de Macron, banquero de inversiones y ministro de Economía del presidente más impopular de la V República, Francois Hollande. El aguerrido movimiento obrero galo, que viene resistiendo los ajustes, no ha logrado relevar a las vertientes socialistas cooptadas por el europeísmo y construir una alternativa de poder.
Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron (Amiens, 1977), sin dejar de lado sus ideas ni esconder su biografía, desafió el descontento y se convertirá en el octavo presidente de la V República. La ceremonia de traspaso de poderes con el socialista François Hollande se celebrará esta misma semana y en los próximos días se designará un primer ministro. «Defenderé Francia, sus intereses vitales, su imagen», dijo Macron en un discurso solemne. «Defenderé Europa: es nuestra civilización lo que está en juego, nuestra manera de ser libres. Me esforzaré para rehacer los vínculos entre Europa y sus ciudadanos. Envío a las naciones del mundo un saludo de la Francia fraternal».
El diseño de su campaña se asentó sobre un discurso que presumía de ocupar el centro político para apelar a los “dos de cada tres franceses” de los que hablaba Valéry Giscard D’Estaing en 1984: el espectro que va del centroizquierda al centroderecha. Hombre del statu quo, supo captar el humor de una parte de la sociedad francesa, considerada la más educada y cosmopolita, con buenos ingresos. El plus que necesitaba lo obtuvo de las falencias de su rival, pues a pesar de las crecientes críticas populares a la alianza atlántica, los conteos de este domingo demostraron que las fuerzas de izquierda, los espacios sindicales y los intelectuales críticos, desestimaron el voto hacia una candidata como Le Pen, demasiado derechista para su paladar.
Sin embargo, esa masa cuestionadora existe. El enorme número de votantes prestados y de abstencionistas, exigirá soluciones al presidente en los próximos meses. Soluciones que desde el liberalismo tradicional y el alineamiento europeo, Macron no podrá ofrecer. Ahora tendrá que buscar una mayoría parlamentaria en las elecciones legislativas de junio. La campaña en esa dirección arrancó con su primer discurso, tras conocerse la tendencia de los sufragantes: «Seré digno de su conciencia, ciudadanos, defenderé a Europa, a nuestras empresas, nuestros deberes y fortaleceré los vínculos con nuestros hermanos europeos. Mi responsabilidad es reunir a los hombres y mujeres para amar a Francia y en los próximos cinco años les serviré, ¡Viva la República, viva Francia!», dijo el presidente electo.
El pueblo francés completó su traspié. En medio de la confusión, sin embargo, se apresta a luchar. Mientras tanto, más de la mitad de la humanidad descree de las fórmulas tradicionales y persiste en un crecimiento ostensible afirmado en el rol rector del Estado, las inversiones productivas y los incentivos a sus mercados masivos. La coalición chino – rusa, pese a los esfuerzos del poder financiero concentrado, no se ha derrumbado, en tanto los BRICS, Irán, los países agrupados en Asia Central, en el Sudeste Asiático y en buena parte de América latina, se niegan a ofrecer sus recursos para redimensionar una banca que pretende absorberlos sin ofrecer nada a cambio.
- Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica.
